El Artista... debe demarcar con su estética, los nuevos sentidos sociales,
maxime cuando la moral y la ética no son suficientes


Como un “inclemente torbellino”, en cual reconfiguramos simbólica y materialmente nuestros espacios vividos, nuestras utopías evocadas, se nos presenta la realidad colombiana; un torbellino capaz de generar en algunos sectores prolongadas desobediencias, rebeldías y subversiones ante todo tipo de desafueros e injusticias, y en otros, intrincados signos de apatía y sumisión ante los mismos.

 
De lo que se trata aquí -queramos o no– es de RECONOCER que este torbellino transversa nuestra cotidianidad, y las subjetividades que sobre ella generamos. Reconocer significa –en este caso- ampliar las posibilidades de formación, creación, apropiación y reflexión por medio de nuestras prácticas artísticas.


Abstenernos de pensar nuestras disciplinas como desnudas técnicas de creación, y en cambio convenir en REFLEXIONAR sobre nuestro papel y compromiso frente a las divergencias políticas, culturales y económicas que el actual contexto esculpe en nuestras prácticas; máxime aun cuando el conflicto además de político y económico, se hace simbólico en la medida en que se reproduce en los imaginarios colectivos, incrustándose con natural descomposición en el tejido social.

 
Con la indeleble convicción de contribuir en la creación de órdenes sociales distintos a los ya asimilados culturalmente, planteamos escenarios en los cuales converjan las diferentes formas de ordenar y significar el mundo por parte de cada una de las disciplinas artísticas.